Un viaje sin destino ni retorno

Vamos a ver, ¿sabíais que existe un cacharro lanzado al inmenso espacio por los humanos que id a saber por dónde estará ahora mismo?

Que sí que sí.

La última vez que supimos algo de ese cacharro, del llamado Pioneer 10 ―pionero en inglés― fue en 2003.
Aquello que dijo Roy Batty ―Rutger Hauer― en Blade Runner, eso de yo he visto cosas que vosotros nunca creeríais, es lo que tiene que haber avistado/rebasado/navegado el cacharro en cuestión toda vez que nadie, insisto, nadie, sabe nada de él desde que se perdió el contacto en 2003; que fue cuando se recibió su última comunicación desde una distancia dos veces más lejana que la que separa Plutón del Sol. O sea, donde dio Cristo las tres voces, como dicen en mi pueblo ―Valverde de la Vera, Cáceres. Título de «Uno de los pueblos más bonitos de España». Ahí queda eso.

El cacharro en cuestión, aquel Pioneer 10, fue lanzado al espacio tal que el 2 de marzo de 1972 a ver qué encontraba allá fuera. Por si eso ocurriera alguna vez, que id a saber, lleva una placa atornillada. Una placa de aluminio anodizada en oro con las figuras de un hombre y una mujer talladas, así como un mapa de nuestro sistema solar y diversos símbolos de nuestra cultura. Que estos somos nosotros y ahí estamos, por si queréis pasaros y tal.

Que sí, que vale. Que una cosa es lo que diga una inocente placa o un disco con saludos en un centenar de lenguas ―una idea de Carl Sagan. Un bendito utópico―, y otra pegarse un paseo de muy padre y señor mío para saber cómo son de verdad esos tipos representados en la dichosa placa. Que hay que tener cojones. Primero, para pegarse el viaje; y después, para saber cómo nos las gastamos. Y de ocurrir, eso no pasará hasta dentro de unos 300.000 años, cuando el cacharro en cuestión pase a una relativa corta distancia ―tres años-luz― de Ross 248, en la constelación de Tauro. A ojo, nos separan unos 10,3 años luz, que ya es distancia. Quizá salga alguien a recibirla y le pique la curiosidad de saber quiénes han enviado semejante artefacto sin rumbo. Mal haría, desde luego. No conoce el percal, desde luego.

Y si no, aún quedarán más oportunidades. Si nada la destruye, que tampoco lo sabemos ni lo sabremos, en los próximos dos millones de años ―ojito con el dato― se acercará a las proximidades de Aldebarán ―a 68 años-luz de la Tierra―. Para entonces nos dará igual. Si salimos bien de la ensalada de hostias de Ucrania, que eso aún está por ver, digo que para entonces el Sol ya habrá dejado de ser lo que es para convertirse en una estrella gigante roja y la habremos palmado, dejando de dar guerra ―nunca mejor dicho― de una vez por todas.

En consecuencia, poco sentido tendrá quiénes son los tipejos de la placa y los extraños sonidos que emiten. Mientras, es posible que  la sonda Pioneer 10, que abandonó el Sistema Solar en 1983, siga por ahí.

A su bola.

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