El acordeonista acaricia las teclas de su acordeón. A sus pies canta el Duero siempre el mismo verso pero con distinta agua, que escribió Gerardo Diego. El acordeonista tiene los ojos cerrados. Así toca, así siente la música. Está sentado en una pequeña silla plegable que a duras penas aguanta su humanidad enorme, muy entrada Leer más...