Parafraseando a un ubetense universal como es Joaquín Sabina, y al contrario de lo que asegura en una de sus canciones, al lugar donde has sido feliz siempre has de tratar de volver. Él decía haberse cerciorado de tal parecer en Comala, con el recuerdo de García Márquez en la mirada.
Pues yo quiero volver a Úbeda. Allí he sido feliz; y al contrario de lo que canta Sabina en Peces de Ciudad, al lugar donde has sido feliz siempre has de volver.
Quiero volver a Úbeda, así de claro.
Quiero volver a lugar donde he sido feliz.
Feliz de encontrarme en un ambiente único compartiendo ratos inolvidables con amigos escritores —Alan, Santi, Dativo, María… ¡que grandes sois!–, con lectores —Pedro Juan, Marcos, Valeriano y tantos y tantos otros. Perdonadme si no recuerdo más nombres— que se recorren los kilómetros que hagan falta para escucharte y conseguir una firma tuya; con los organizadores —mis respetos siempre, Pablo, Begoña y todo el plantel organizativo del Certamen Internacional de Novela Histórica de Úbeda–; con los recreadores históricos que en apenas diez minutos te inoculan el veneno de esa suerte de pasión que les lleva de un lado a otro sin más motivo —¡y qué motivo!– que honrar la historia con mayúsculas; con esos reseñadores/as y blogueros/as que transmiten la pasión que les despiertan las lecturas y que lo hacen con un amor que no hay vidas suficientes para agradecérselo –Yolanda, mi ojazos; Ana, con esa sonrisa de nuevo en tu cara; Daniel, qué alegría verte hecho carne; Fernando, tenemos más de una cosa pendiente. ¡y quiero una camiseta de los Cantores!; Guillermo, no tengo nada más que decirte; Rebeca, nos ha faltado más tiempo…
Feliz de conocer a Pedro Uceda, con el que me reído todo lo que me podía reír y más; de compartir al fin tiempo, pero tiempo sin límite, con mi Eva, de la Historia en mis libros, y su marido Luis —¡aúpa Aleti hasta la muerte!—; de ver tan contenta e ilusionada a Olalla García, que es un amor de persona y que estrena una novela que va a llevarla donde se merece; de ver de nuevo a Mario Escobar, con el que me unen tantas cosas; de hablar con Ana B. Nieto; de disfrutar de David Yagüe, que todavía tenemos muchas cosas por hacer; y a mi Juande Velarde, que conseguí verle un ratillo.
Feliz también de compartir tiempo con mi familia literaria de Edhasa; con Nieves Muñoz, que es otro amor. Si no habéis leído sus dos novelas, Las batallas silenciadas y Las damas de la telaraña, estáis tardando; con Mario Villén, que es una maravilla como escritor y persona —estáis tardando lo mismo o menos en echar un ojo a su última novela, Ilion–; y con mi Pe, Penélope Acero, mi editora. No tengo que decirle más de lo que ya sabe… O quizás sí.
Así que quiero volver a Úbeda, así de claro.
Como Patton, volveré.
Y si no es por una ocasión tan alta como vieron los siglos presentes ni verán los venideros que es el Certamen Internacional de Novela Histórica de Úbeda, lo será –que ya tengo narices– para conocer bien Úbeda; que es la segunda vez que la visito y apenas sé lo que es recorrer sus calles, empaparme de su atmósfera. En fin. Cosas que pasan.
Es que este certamen engancha,vaya te lo digo yo. Que este año no pudo ser, pero como tú bien dices, hay que volver donde se fue feliz y yo también fui feliz en Úbeda. Espero estar el próximo año y que coincidamos, porque que sepas que volvéis. Nos quedamos todos enganchados sin remisión a este certamen, a este ambiente único, a esta ciudad y a su gente.
Espero volver. Merece mucho, pero mucho la pena. Por todo.