La muerte de Carlos I de España y V de Alemania

Tal día como hoy de 1558 se fue para el otro barrio aquel Carlos que fue el primer rey de España con este nombre nombre y el quinto emperador del Sacro Imperio Germánico. Y lo hizo malamente, tra tra, tras unas semanas de agonía y pasando las de Caín. Ahora se sabe que la palmó por culpa del paludismo. Sí, un mosquito fue el autor de la hazaña. La Vera, donde se levanta el Monasterio de Yuste, siempre ha sido una de las zonas más afectadas por este mal y no se erradicó hasta 1961, pero en el siglo XVI…

Pues eso. Que un buen día, a finales de agosto —el día 30— Carlos no se encontraba muy católico que dijéramos. Que si la comida no le había sentado muy allá —y eso que comió poco o nada—, que si hacía un calor que te pasas —«aquí nos asamos de calor», escribió Luis Méndez de Quijada a Felipe II el 28 de julio—, que si le había dado mucho el sol…

Total, que ese día de agosto, a eso de las cuatro de la tarde según Méndez de Quijada, Carlos dijo que se iba a echar una miajina a ver si así se le pasaba el dolor de cabeza recién manifestado. La noche la pasó regulera, y a partir del día siguiente se sucedieron las fiebres altas, escalofríos, delirios, vómitos… Ataque de gota, ataque de gota, como creyó su médico en Yuste —Enrique Mathys. Un figura según las crónicas— como que no. Paludismo de manual.

¿Qué pasa? En el siglo XVI, conocimiento el justo, así que vengan sangrías, vengan purgas… Hasta diez onzas de sangre le extrajeron el 2 de septiembre. Y cuanta más fiebre, más sed, así que venga agua con vinagre y cerveza para calmarla. El día 5 parecía que sí, como que Carlos se enderezaba, por lo que se decidió no hacer venir hasta Yuste al médico bueno, a Cornelio Baersdop, que andaba por entonces por tierras de Castilla —Cigales, por precisar—, que ya estaba avisado por si las moscas. Pero…

El día 8 la cosa se volvió a complicar. En medio de calenturas y delirios, Carlos intuyó que se iba a marchar en nada para el otro barrio, así que pidió que le leyeran el testamento que firmó en Bruselas cuatro años antes e hizo redactar un añadido dejando todo atado y bien atado para cuando la palmara. Al día siguiente lo firmó, el día 10 pidió confesar y comulgar…

Y a partir de ahí, doble agonía: la física, porque sabía que aquello se acababa, y entre la fiebre y las sangrías raro era el rato que estaba consciente; y la moral, enterado de que el luteranismo andaba suelto por Castilla como Pedro por su casa. Eso le traía por la calle de la amargura. El día anterior al de la marcha de este mundo, o sea, el 20, pidió confesarse de nuevo y comulgar en uno de sus pocos momentos de lucidez. Ese mismo día llegó a Yuste el arzobispo de Toledo, Bartolomé Carranza, para asistirle en sus últimos momentos; al que luego el inquisidor general, Fernando de Valdés, se la lio parda por considerarlo un luterano. Si os interesa saber más sobre el asunto, echad un vistazo a La conspiración de Yuste, que ahí cuento un poco más sobre el particular.

En fin, que el día 21 de septiembre de 1558, a eso de las dos de la madrugada, el primer Carlos de España y el quinto de Alemania se fue para el otro barrio. Del redil patrio y sus tierras de ultramar luego se encargó su hijo y del imperial su hermano Fernando, pero eso ya es otra historia.

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