Lo del funeral de Carlos V

La que traigo hoy es buena: ¿ensayó Carlos V el modo en que le iban a despedir de este valle de lágrimas? ¿Alguna vez se os ha ocurrido cómo lo harían los vuestros? Pues a él unos dicen que sí se le ocurrió y otros que no, que eso es una coña marinera.

¿Qué hay de cierto?

Resumiendo, que es gerundio, Carlos V cerró sesión la noche del 21 de septiembre de 1558. Esa noche, la negrura vistió la iglesia del Monasterio de Yuste. Negrura porque todita toda la decoración era de ese color. En el centro del templo, un catafalco con el ataúd, y a continuación tres días de funeral con misas, rezos, etcétera, hasta darle sepultura bajo el altar de la iglesia tal y como había pedido.

Hasta aquí, los hechos, como decían antes los periodistas de verdad.

Ahora, el cachondeo.

Si queréis echarle un ojo, hay un estudio bastante interesante de Francisco Javier Campos y Fernández de Sevilla —Exequias privadas y funerales de Estado por Carlos I/V en Yuste y Bruselas (1558)— que trata el asunto. Según cuenta, lo de que el emperador pidiera a los monjes oigan, que yo quiero ver cómo me rezan ustedes, a ver si me rezan de verdad y no este ya no está aquí, total ‘pa qué’, parte de fuentes jerónimas, cuyo autor, Fray Hernando del Corral, estuvo allí. O sea, que fue uno de los que rezó. A posteriori, Fray José de Sigüenza lo fusiló todito todo. Ya en el siglo XVIII, W. Robertson le echó un dramatismo que te cagas a la cosa. Una Antígona en tres actos del copón. Y, claro, al tío se le tradujo como si no hubiera un mañana y la idea con la que se quedaba el lector/a es que Carlos estaba muy para allá y, para colmo, el lugar donde se había enclaustrado no era la alegría de la huerta precisamente. Tuvo que salir Manuel González, canónigo de la catedral de Plasencia, para decir dónde vais, pedazo cenutrios, que eso no se lo cree ni Blas, basándose en el silencio de los testigos civiles de los últimos días del emperador. Gente noble, de fiar, que dejó por escrito cómo fue la estancia de Carlos en Yuste en documentación para aburrir.

En consecuencia, y como razona Francisco Javier Campos y Fernández de Sevilla sin poner en duda la fiabilidad de las fuentes religiosas, basta con hacer una lectura más reposada de las fuentes jerónimas, como hizo W. Stirling, para aceptar que sí; que Carlos pidió una misa de réquiem para la que se colocó el túmulo correspondiente, como ocurre en las misas de difuntos, y alrededor de él todos los miembros de la casa y sus servidores vestidos de luto. Es más, recoge Francisco Javier Campos y Fernández de Sevilla que “salió [Carlos V] a ofrecer su vela en las manos del sacerdote, como si pusiera en las de Dios el alma”. Que sí, que eso a ojos de un tipo del siglo XVI pone los pelos como escarpias, pero de ahí a lo que se ha llegado a contar…

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