El 22 de febrero de 1530, Clemente VII, que para eso era papa de Roma, coronó a Carlos V como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Después de las hostias que se dieron llegó la paz entre ellos. Aunque la coronación guapa fue la de dos días después, así la recoge Manuel de Foronda y Aguilera:
“En este día S. M. se preparó desde bien temprano para tomar la corona de Lombardía, que se dice de hierro, que solía tomarse en Monza, cerca de Milán, habiéndola traído de allí con gran concurso de Príncipes, Prelados, Barones, Caballeros, Señores, Gentilhombres, convocados al efecto para presenciarlo. S. M. vestía un traje de lana de plata rizado, con forros negros y sayo y coleto y gorro acostumbrado, acompañado de dos Cardenales, del Marqués de Montserrat, que llevaba la Corona; del Duque Alejandro de Médicis, que llevaba el Mundo; del Marqués de Astorga, que llevaba el Cetro; del Duque de Escalona, que llevaba la Espada, y de otros muchos Grandes, Príncipes, Prelados, Señores y Gentilhombres, y vino á la Capilla del Palacio donde estaba el Cardenal Enckevoort, vestido de Pontifical, esperando la llegada de S. M. para celebrar la misa, asistido de doce Obispos, también revestidos de Pontifical. Llegado el Rey y colocados todos en orden el Cardenal hizo la plática acostumbrada, y S. M. se arrodilló, prestó el juramento y confesión y 336 se prosternó y echó sobre un paño de oro y almohadones preparados al efecto. Se entonaron las letanías, oraciones y bendiciones de rúbrica. Después el Cardenal se sentó y el Rey se levantó, y acercándose á S. M. el Marqués de Zenete, Gran Chamberlan, y el Señor de Noiscarme, Sumiller de Corps, y quitando al Rey sus vestiduras, desataron el coleto y camisa, que estaba abierta junto al brazo derecho, el cual ungió el Cardenal desde la unión de la mano hasta el hombro, haciendo cruces con los Santos Óleos. Después el Obispo de Coria, Limosnero mayor, tomó algodón y finas toallas blancas y oreó las partes consagradas y vistió la camisa y coleto sobre ellas y condujo á S. M. á un sitio apropósito, donde fué revestido con los mantos Reales, con un largo vestido de tela de plata frisado, con forros de armiños y un gran cuello redondo, y así vestido y acompañado de dos Cardenales y Príncipes vino ante S. S., que acababa de entrar en la Capilla, y en el altar, dicha la confesión, cada cual tomó su asiento, siguiendo la misa hasta después de la Epístola y Gradual. Llegado S. M. ante el Papa, le hizo la reverencia y se arrodilló, y S. S. le entregó un anillo con un rico diamante, poniéndole en su dedo, después la espada, que fué desenvainada y vuelta á la vaina, después el cetro y el mundo, en las manos y la corona de Lombardía en la cabeza, todo esto diciendo las preces de ritual. S. M. se levantó é hizo la reverencia. Después de la Coronación el Papa se puso en oración diciendo el «Sta et retine locum» y entonó el «Te Deum», que los cantores contestaron. Prosiguió la misa hasta el ofertorio, que el Rey practicó, y en la Comunión el Rey comulgó. Todo terminado, salieren juntos el Pontífice y S. M. y después cada uno se retiró á su respectivo alojamiento”.