Las Baccara

Pregunta rápida: ¿cuál es el grupo español que más discos ha vendido? Y cuando digo vender me refiero a lo que no está en los escritos.

Tic, tac, tic tac…

A no ser que seáis muy, muy frikis, ya os digo que no lo vais a sacar ni de coña; un caso único, oigan, digno de estudio. Capaces de colocar uno de sus singles como el séptimo más vendido de la historia de la música. Sí, el séptimo. Tela marinera la que montaron Mayte Mateos (siempre de negro) y María Mendiola (siempre de blanco); las míticas —porque ya lo son por derecho propio— Baccara. Y lo mejor de todo: una de ellas (María), la única que sabía ingles. Muy, muy grandes, repito. Spain is different y todo eso.

La historia del dúo es apasionante; tanto, que uno no entiende cómo Netflix o HBO todavía no se han animado a montar una serie contando su trayectoria —o a lo mejor sí y ellas se han negado. A saber—, porque petarlo lo petarían fijo. Una madrileña y otra de Logroño que se conocieron en el ballet de TVE, pero a las que lo que realmente les gustaba era cantar; que la carrera de bailarina es corta y tal, se confabularon para tirar para adelante. Así que montaron un dúo. Su primer bolo, en una sala de Zaragoza que les firmó para un mes y medio. Duraron tres días. Las echaron por ser demasiado elegantes, lo cual da una idea de cómo sería el antro en el que habían decidido dar sus primeros pasos. Todo eso en plena Nochebuena, con todo cerrado. Una de ellas confiesa que esa noche se cenaron un cruasán que la otra se había guardado del desayuno.

Después salieron más bolos. En uno de ellos, en Canarias, metidas en el papel de flamencas, que para eso les dijeron que era lo que molaba a los alemanes, estaba presente Leon Deane, responsable de RCA Alemania. Ese día sacó en claro dos cosas: se agarró una melopea como un piano de cola de grande, y aquellas dos españolas le iban a hacer de oro.

Se las llevó para Alemania, a Hamburgo, para realizar una prueba, y un productor alemán, Rolf Soja, les plantó una canción de un compositor alemán llamado Frank Dostal. La letra estaba escrita en inglés, y una de ellas sin tener ni repajolera idea. Pegadiza, un rato. El título, Yes sir, I can boogie. Luego, a Deane se le ocurrió que una debía ir vestida de blanco y otra de negro y que deberían llamarse de una manera que todo Dios se acordara de ellas. Y así nació Baccara.

A partir de ahí, se hincharon a vender discos. Pero de verdad. 18 millones del primero. Y en España, ni flowers de ellas. Arrasaron en Alemania, Inglaterra —mítica la anécdota de la orquesta que iba a acompañarlas en el no menos mítico Tops of the pops, cuyos miembros juraron que de la letra sólo entendían el Yes sir I can boogie. Les tuvieron que poner la letra por escrito—, en Luxemburgo —a la que representaron en Eurovisión en 1978. Cantaron en francés. Españolas. Con un par. No ganaron, pero su canción fue la más vendida de todas las participantes, incluida la ganadora A-ba-ni-bi—, en Rusia, en… En todas partes, menos en España.

Hasta que un día, por un quítame allá que a mí se me oye menos que a ti en esta canción —mientras grababan el disco Sleepy-Time-Toy— acabaron como el rosario de la aurora. Por medio, acusaciones de que si una quería emprender su carrera en solitario aupada por Rolf Soja y tal. Total, que no se hablan desde 1982. 34 años sin dirigirse la palabra por una voz más alta que otra. España en estado puro. Intentos de acercamientos ha habido alguno que otro. El último, en Moscú, hace ya algunos años, donde coincidieron dando conciertos, pues cada una es dueña de una parte de Baccara, de tal manera que existen dos grupos que se llaman igual, cada una con su respectiva compañera (y también alguno más si investigáis). Estuvieron a un par de metros de distancia. Que si tú no vienes, que si yo no voy. El orgullo, vamos. Ahí quedó la cosa.

María Mendiola murió en 2021, pero las Baccara ya son eternas.

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