Los restos de 180 soldados alemanes sirviendo de solaz para visitantes a poco más de medio kilómetro del Monasterio de Yuste; que todavía los hay que dicen que son alemanes enterrados junto a uno de los alemanes más grandes. Vamos a ver, que Carlos I de España y V de Alemania era flamenco –de nacimiento, no de alegría. Que tenía más bien poca por lo que cuentan—. Otra cosa es que rigiera los destinos del Sacro Imperio Romano Germánico. De alemán, poco. Por precisar.
Con el asunto, que me pierdo: resulta que allí, a mitad de camino entre Cuacos de Yuste y el celebérrimo monasterio jerónimo, existe un precioso cementerio —que los hay muy majos, todo hay que decirlo—. Así, una pradera con sus crucecitas, etc. Luego, revisas las fechas de algunas y te cagas en todo y maldices las guerras y a quienes gustan de jugar a ellas porque muchos de los que allí reposan cerraron sesión demasiado pronto. Dieciocho, veinte años, etcétera.
Ahora, ¿qué narices pinta un cementerio militar alemán en el norte de Extremadura? Esa es la cuestión. Porque no hay otro. Este y ya; en cuyo suelo descansan los restos de aviadores y marinos alemanes que la palmaron en las costas y tierras españolas debido a naufragios o al derribo de los aviones que pilotaban en cualesquiera de las dos ediciones de mataos los unos a los otros como si no hubiera un mañana AKA Primera y Segunda Guerras Mundiales. O bien la palmaron por causas naturales, que también los hay.
Para los interesados por los datos, en total hay 26 militares de aquella primera y 129 de la segunda pertenecientes a la Luftwaffe (Ejército del Aire) como de la Kriegsmarine (Marina de Guerra). De propina, otros 25 soldados in memorian (tumbas sin resto alguno) y ocho con los de soldados desconocidos.
¿Qué por qué ese cementerio?, que te enrollas más que una persona. Allá por 1919 se creó la Comisión de Cementerios Alemanes —Volksbund Deutsche Kriegsgräberfürsorge. En alemán impone más—, una asociación no gubernamental cuyo noble propósito consistía en buscar, promover y conservar las tumbas de los militares alemanes fallecidos fuera de su patria. Ya en 1945, después de la que se lio, el Gobierno de la RFA (República Federal de Alemania. Cuando acabó el cachondeo de pegarse tiros nacieron dos Alemanias, aquella y la RDA, la llamada Democrática, que de nombre tenía mucho y de acción poco. Luego se juntaron a principios de los 90 del siglo pasado y es lo que conocemos ahora. Por precisar) encargó a esa comisión que se currara el asunto de buscar a los soldados muertos fuera del país para reunirlos toditos todos en cementerios propios.
¿Por qué allí, cerca del Monasterio de Yuste? Por Carlos V. Tal cual. Qué menos. El gran emperador y todo eso. Total, que la comisión compró unos terrenos cerca del monasterio en 1975 y las obras comenzaron cinco después, en 1980. El cementerio fue inaugurado en 1983 con una misa que oficiaron un sacerdote protestante y el abad del Monasterio de Yuste. Si ve eso el emperador la hubiera roscado de inmediato de un apechusque gordo. Pero gordo.
Como curiosidad, el segundo domingo de noviembre de cada año la ya famosa comisión recuerda a todos estos soldados fallecidos, así como a los que se encuentran dando tumbos por esos mundos de Dios. ¡Ah! Si vais a visitarlo, haced caso a lo que dice la placa que os da la bienvenida: “Recordad a los muertos con profundo respeto y humildad”. Un poquito de por favor, que decía aquel.
Por cierto, la Volksbund Deutsche Kriegsgräberfürsorge mantiene un total de 827 cementerios alemanes repartidos por 45 países. Por si os presentáis a algún concurso de las teles y os lo preguntan. De nada. Y otro más: el cementerio fue diseñado para albergar 186 tumbas. Hay seis libres. Por si acaso.