Como para echar un rato con él. ¡Qué hombre, por Dios! Mejor que te sacaran una muela de golpe sin anestesia que gastar un minuto a su lado. Que sí, que sí. Criado por su tía, sin referencia materna –encerrada de por vida en Tordesillas— y paterna —la palmó en Burgos cuando él tenía seis años— salió lo que salió: una joya.
Dicen los que entienden de este asunto que la falta del vínculo de la madre provoca inseguridad, falta de sosiego y escasa capacidad de gozar de todo lo que te rodea. Como poco. En consecuencia, salió lo que salió, insisto.
Tiene el médico Víctor Guerrero Cabanillas una caña de estudio titulado ‘Enfermedades y muerte de Carlos V’, publicado en la Revista de Estudios Extremeños. Su conclusión es brutal: “En el fondo, un hombre infeliz”.
Lo que vieron/soportaron/tragaron pocos colaboradores, embajadores, cronistas y todo el que tenía que ver él. Alguno de ellos, como Alonso de Santa Cruz, fue además su paño de lágrimas en algún episodio de descompensación afectiva. Así que como para no dejar escrito que Carlos V era “bastante desabrido y desconfiado”.
Y no fue el único, reitero. La lista es más larga que un día sin pan: Contarini, Pedro Mexía, Corner, fray Martín de Angulo, Badoaro, Ginés de Sepúlveda, fray Prudencio de Sandoval, García de Loaisa, Luís de Ávila, van Male, Luís de Quijada, Martín de Salinas y alguno más pusieron de relieve los rasgos más característicos de Carlos V.
De él dejaron lindezas tales como poco dialogante, intransigente, tozudo, gran contención emocional, universo afectivo reducido, rigidez de carácter, sin empatía, distante, adusto, antipático, triste, melancólico, falto de destreza relacional, aversivo, premioso, desconfiado, meticuloso, mezquino y tacaño, suspicaz o parsimonioso. Y vamos a dejarlo ahí.
Como conclusión, expone Víctor Guerrero Cabanillas que ser lo que fue “le empujó siempre a considerar las cosas bajo el prisma de una integridad inmutable, mermó su capacidad de diálogo conciliador y lo convirtió en un hombre poco receptivo y con moderadas habilidades diplomáticas”.
Pues eso, como para echar un rato con él.