¿Desde cuándo se celebra eso de que el año nuevo comience el 1 de enero? ¿De toda la vida? Pues eso de toda la vida, como que vamos a dejarlo en suspenso. Primero porque, para celebrar el 1 de enero, tenía que existir enero, y como tal dicho mes no existió hasta que a Numa Pompilio, segundo rey de Roma y sucesor de Rómulo, le dio por añadir dos nuevos meses a un calendario ya vigente desde el siglo VIII antes de Cristo; que fueron los de Januro (enero) en honor al dios Jano, y Februo (febrero) por Plutón. Vale, doce meses. ¿Se puede decir ya que, desde entonces, el 1 de enero era el día establecido para celebrar el comienzo de un año nuevo? Nain.
Al hombre, desde que lo es —especie, se me entienda, no como género. Por no liarla—, le ha gustado celebrar las cosas a lo grande, y eso se hacía aprovechando los momentos de alegría propiciados por el buen tiempo. Verbi gracia, el solsticio y el equinoccio. Por eso, a los romanos les dio por iniciar el año nuevo en marzo, mes que coincidía con el equinoccio y el pistoletazo de la primavera y todo lo que conlleva: las cosechas y esa explosión natural que a todos solaza salvo a los alérgicos.
Pero hete aquí que al general Quinto Fulvio Nobilior se le puso en la entrepierna pedir al Senado que adelantara la fecha, tradicional para elegir a los nuevos cónsules por otra parte, para enviar más tropas a Hispania en su lucha contra los celtíberos y meterse a saco en la toma de Segeda (Zaragoza), que le ponía como una moto. El Senado de Roma le dijo que sí, y también ahí tienes 30.000 soldados de regalo, que eran casi los mismos que tenían listos en Segeda para liarse a guantazos con los romanos hasta en el cielo de la boca. Pero al pueblo, como que se la peló, y siguió celebrando el comienzo de año nuevo en marzo, pero con aquella decisión se adelantó el comienzo del año político de los idus de marzo a las calendas de enero; y ya en el año 46, los romanos dejaron bien claro, reforma de su calendario incluida con la entrada en vigor del formato Juliano, que el año empezaba en enero.
Claro que eso a muchos pueblos —a los enemigos de Roma en especial— por uno les entró y por otro les salió. Que qué era eso de celebrar el año nuevo en un mes que honraba a un dios pagano, aducían los cristianos para rechazar el asunto. Hasta Carlomagno intentó solucionar el asunto renombrando los meses con otros relacionados con fenómenos de la naturaleza o las labores de labranza. Tuvo que ser el Papa Gregorio XIII quien dijera que todo Dios debía celebrar el 1 de enero como comienzo de año, y sin rechistar. Y hasta ahora.
Y es lo que os tenía que contar hoy.