Me cuentan que no para de hablarse estos días en los medios, en las redes sociales, y porque no tiene sitio en los púlpitos de las parroquias, de LA CRISIS del Atleti.
LA CRISIS del Atleti.
Que suena a evento apocalíptico, como aquella de 1929 que se llevó por delante a la Bolsa de Nueva York o la que provocó la quiebra de Lehman Brothers en 2008. Que si el Atleti anda desnortado, que si al Cholo se le escapa de las manos la plantilla más poderosa de Atleti (sic), que si buena parte de la afición no comulga ya con sus ideas ni sus planteamientos… Malamente, tra tra, que canta Rosalía. Esto, en manos de Adam Mckay, dejaría a No mires arriba en una fábula para prescolares. Y todo esto cuando se conmemoran diez años la llegada de Don —para mí, el tratamiento ya se lo ha ganado para los restos— Diego Pablo Simeone al banquillo del Atlético de Madrid. Diez. O en número, 10, que se lee mejor.
Y es que, venden los medios, el Atleti está en crisis. Está en crisis porque se encuentra quinto en la tabla de clasificación de la liga, fuera de los puestos que dan acceso a la Champions League —a la abismal distancia de un punto— y clasificado para los octavos de final de dicha competición. Una crisis como para socavar los cimientos de una institución —SAD ahora— centenaria. Una crisis apocalíptica, espantosa, atroz, dantesca. Y podría quedarme sin adjetivos para calificar la situación actual que se vende sobre el Atleti. Por culpa de esa crisis que se vende desde los medios. Alguno todavía ha tenido los santos cojones —que hay que tenerlos— de decir que 2021 no ha sido un buen año para el Atleti. Se ve que ganar hace unos meses el campeonato iniciado el año anterior es una menudencia. Migajas que otros, por cualesquiera razones, han despreciado. El triunfo de un equipo en una liga en decadencia; lo cual ahí sí que les doy la razón. Intentar comparar la liga española con la Premier League, por ejemplo, es un chiste de pésimo gusto. Ni Arévalo tendría cojones de contarlo. Por dignidad; que aquí viene el Burnley con 30 kilos —una pequeña parte de lo que saca por el reparto de los derechos de televisión— y más de uno de y dos equipos no le venden hasta a su madre por vergüenza. El Burnley. Lo que viene siendo uno cualquiera de la parte de abajo de la clasificación de la Premier League
Crisis. LA CRISIS del Atleti.
A lo que respondo que qué crisis, como reza el título de un disco de los Supertramp. Qué crisis, insisto.
Vamos a ver…
Crisis era, sin ir más lejos, ver al Atleti hoy mismo, hace diez años, al borde —de nuevo— de la segunda división, eliminado de la Copa del Rey por un segunda B; tiempos en los que enlazar cuatro partidos ganados consecutivos —las mismas derrotas que han provocado LA CRISIS— era celebrado con alborozo general y castillos de fuegos artificiales; cuando todos los veranos tocaba verbena de ver quién se sentaba en el banquillo y en los medios, en esos mismos medios, se cruzaban apuestas sobre su duración.
Pero aquello no era crisis sino la realidad del Atleti. Ese equipo simpático, el payaso de la pista principal, el hazmerreír general. Ahora sí parece que es una crisis. ¿Será que molestamos demasiado?
La CRISIS del Atleti. La película de estas Navidades, que algo hay que vender. Y cómo se vende, oigan.