El día que Carlos V se metió a torero

No os lo imaginéis con montera, capote y levantando las banderillas mientras cita al toro. ¡Eh, toro, eh!, con ese español que se gastaba en 1527, que fue cuando ocurrió lo que me dispongo a contaros hoy. En honor a la verdad, más que torero vamos a llamarlo lanceador.

La cosa fue tal que así: como había nacido su primer churumbel y heredero —el futuro Felipe II–, quiso celebrarlo con algo diferente. Y no se le ocurrió otra cosa que lancear un toro. O sea, coger una lanza montado a caballo y a ver si se la podía clavar.

Esto pasó el 5 de junio de 1527, quince días después del nacimiento de Felipe, y fue un evento más dentro de los fastos organizados para celebrar que ya tenía descendencia que le sucediera, como así ocurrió. Cuentan los cronistas de Carlos —Prudencio de Sandoval en este caso— que el emperador iba “vestido de manera primorosa” —lo que viene siendo hecho un pincel— y que aquel día la Plaza de Valladolid estaba acimbote, como dicen en mi pueblo —Valverde de la Vera, Caceres—, de nobles y de quienes pintaban algo en la época. «No podían, siendo tantos, salir los toros, mandó el Emperador que todos se pusiesen en ala, y que ninguno se menease si el toro no viniese a embestir con él. Y así se repartieron en dos partes en hilera, hombro con hombro, y el que quería dar lanzada salíase un poco de los otros. El Emperador dió una buena lanzada; otros también se quisieron señalar. Después de muertos los toros, Su Majestad ordenó los caballeros, de manera que pudiesen correr y jugar las cañas».

Eso cuenta Sandoval. La que se lo perdió fue la emperatriz, Isabel, que aún se estaba reponiendo del parto; que duró lo que no está en los escritos y en el que no gritó ni una sola vez. Morir moriré, pero gritar no gritaré, la oyeron decir. El día 12 abandonó el lecho tras el parto y finalmente el 30 de junio acudió a la llamada misa de parto ataviada con un magnífico traje de terciopelo blanco a la portuguesa.

¿Y lo del grabado?, os estaréis preguntando. Es de Goya —don Francisco—. Corresponde a la estampa ‘Tauromaquia 10, Carlos V lanceando un toro en la Plaza de Valladolid’. Goya se lo imaginó así, y a los genios no se les discute. ¿O no?

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