Todo Dios conoce el Monasterio de Yuste -o casi- porque allí cerró sesión Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico. En el culo del mundo, como dice uno al que leí hace no mucho. Entonces, sí. La verdad sea dicha. Pero es que en esa época, salvo las ciudades importantes, todo estaba en ese sitio. Por aclarar. Siglo XVI y esas cosas.
A lo que iba, que divago más que un psicoanalista. ¿Por qué Yuste? ¿Qué tenía de especial ese lugar? ¿Acaso venía como regalo en la tapa de los yogures de la época -no los había, por aclarar, pero para situar el contexto-? Aquí aparecen dos personajes esenciales: Pedro Brañes y Domingo Castellanos. Monjes ermitaños. O sea, de los que rehuían el contacto de la gente como los gatos del agua. Atrás, que diría Diego el Cigala.
Entre 1376 y 1461, que la cosa no acaba de estar clara, aquellos dos fulanos decidieron mandar todo y a todos a escalfar cebollinos. Eso, en los siglos XIV y XV. Había que tenerlos, ¿eh? Que estaban hasta los huevos de la vida de su siglo, decían. Benditos ellos que no llegaron a conocer nuestros tiempos… Así que decidieron retirarse a la ermita de San Cristóbal, a las afueras de Plasencia. Dato: Plasencia contaba con algo más de 5000 habitantes hacia 1530. Sí, da escalofríos pensar qué pasaría si vivieran en el XX. O en el XXI, que es el bingo de los bingos.
Pero, nada, que no les gustó. Poco recogido, y tal. Las malas lenguas, sin embargo, dicen que el obispado los dejó con una delante y otra detrás al llegar a su sillón Vicente Arias de Balboa, que los mandó donde os podéis imaginar. Dicen, insisto. Total, decidieron buscar un sitio más recogido. Lo que viene siendo donde dio Cristo las tres voces. Si éste las dio en un lejano desierto, según el Nuevo Testamento, donde renegó del diablo, que lo tentó todo lo que quiso y más —a voz en grito hasta en tres ocasiones. De ahí el origen de la expresión—, Pedro y Domingo lo hicieron en unos terrenos en plena Sierra de Tormantos propiedad de Sancho Martín que cruzaba un arroyo llamado Yuste.
Y allí empezó a llegar peña como ellos, hasta las narices de todo y de todos; que se integró en la Orden de San Jerónimo bajo la protección del infante don Fernando, hijo de Juan I de Castilla y gran protector de la orden. Y esa gente tenía que vivir en algún sitio, así que su santidad Benedicto XIII concedió en 1407 una bula para Juan de Robledillo y Andrés de Palencia en nombre de sus hermanos. El 25 de junio de 1409 consta por carta que se fundó el Monasterio de Yuste gracias a la ayuda, entre otros, del arzobispo de Santiago, don Lope de Mendoza, y de García Álvarez de Toledo, tercer señor de Oropesa, así como de la familia Zúñiga.
En consecuencia, allí comenzó a construirse un monasterio y una capilla dedicada a San Pablo (el primer monje ermitaño).
Lo demás ya es historia.