¡Gloria al rey!

¡Gloria al rey! A Albert Frederick Arthur George, más en concreto, que la palmó el 6 de febrero de 1952. Rey que pasó a la historia como Jorge VI. Y también por varias razones que llaman la atención.

Para empezar, fue rey porque no le quedó más remedio. A la muerte de su padre, Jorge V, el orden establecía que su hermano mayor, Eduardo —Eduardo VIII—, fuera coronado como sucesor. Un año después de subir al trono dijo ahí os quedáis, que él se quería casar con una mujer divorciada en dos ocasiones —Wallis Simpson— de la que estaba profundamente enamorado. Que qué era eso de que el rey se casara con una divorciada, le soltaron al escuchar sus planes. Pues eso. Y la china le cayó al hermano menor, Albert Frederick Arthur George, Jorge VI desde ahora y para siempre.
 
Que le tenía más miedo a ser rey que un pavo a la Navidad. ¿Quién se imagina a un rey tartamudo? Los discursos, felicitaciones, recepciones y demás. Pues lo era, y de nacimiento. Y para colmo, hablamos de 1936, con la radio en plena efervescencia; asunto al que tanto su padre como su hermano supieron sacarle partido. ¿Y él? ¡Eeeeh, Macarena! ¡Aaay! A eso hay que sumar que sus súbditos no es que durmieran muy tranquilos sabiendo en manos de quién estaba la corona, y por ende, el destino del país. Lo consideraban débil e inestable. Incluso en la familia nadie pensó que llegara a rey. Nunca; y para los nazis, no era más que un monigote. En sus alocuciones radiadas en inglés se referían a él como ‘el rey tartamudo’. Que lo ponían de vuelta y media. Hasta que en su vida se cruzó un tal Lionel George Logue, logopeda australiano para más señas, y le arregló la vida. Y no os cuento más al respecto porque para eso tenéis El discurso del rey. Divina, para qué decir más.

Así que, entre que Logue le arregló eso de dar la cara ante el pueblo, lo que hizo de Jorge VI un símbolo de resistencia, y que dio ejemplo rechazando marcharse del Palacio de Buckingham cuando los nazis más cera le estaban dando a la ciudad de Londres —cincuenta y siete noches seguidas bombardeándola, más de 20.000 muertos y cerca de 70.000 heridos. Los nazis, Citius, Altius, Fortius—, pasó a la historia como un rey querido y admirado. El tartamudo, el inestable. El débil.

Total, que a la muerte de Jorge VI le sucedió su hija mayor, Isabel, que andaba por Kenia en un viaje real. Y a ésta, hace nada, su hijo Carlos. Y vamos a dejarlo ahí.

 

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