Hay razones que la razón no puede entender

Hay razones que la razón no puede entender. Sólo el corazón. Para eso es el que manda. Porque tal que la madrugada de un día como el de hoy de 1093, un grupo de estudiantes vizcaínos residentes en Madrid —Ramón de Arancibia, los hermanos Ignacio y Ricardo Gortázar, Eduardo Acha y Manuel de Goyarrola— dio por terminada la reunión que organizaron en la calle Cruz número 25, en los salones de la Sociedad Vasco Navarra; reunión en la que también participó un grupo de estudiantes madrileños compañeros del Colegio de Ingenieros de Minas. Madrugada del domingo, para más señas.

Las cosas no eran como ahora, que seguramente tras la reunión se hubieran ido de farra a celebrar lo hablado, redactado y rubricado en aquel piso de la calle Cruz. Eran otros tiempos, otra manera de ver la vida y también sin menos tentaciones de alargar la noche —ahora, con Huertas y Malasaña a un paso y todo lo que eso conlleva, el desmadre padre—. Los tiempos. Pues eso.

¿Qué habían decidido aquellos tipos reunidos en el piso de aquella calle? Fundar un equipo de fútbol. Bueno, para ser más precisos, una sucursal del equipo al que los estudiantes vizcaínos profesaban sus amores, esto es, al Athletic Club de Bilbao. ¿La razón? Varias semanas antes, allá por el 8 de abril, se disputó la final del primer Campeonato de España de Football —entonces se llamaba así. Cosas de los ingleses, que para eso lo inventaron— en las instalaciones del hipódromo de Madrid, al final de la Castellana; partido que no llegó a lo de Chernóbil, pero que enervó lo suficiente los ánimos del grupo de estudiantes ya referido.

La final mencionada la disputaron el Madrid F.C —club organizador. Ahí dejo el dato— y el Athletic Club de Bilbao, final que ganó este último por 3-2. Y todo eso ante cinco mil espectadores ávidos de eso de pegar patadas a un balón, cosa que cada vez interesaba más; y que no se tomaron demasiado bien la victoria de los vizcaínos, a los que llamaron de todo menos guapos. Una vez acabado el partido, Castellana abajo, entre comentarios de nos han puesto finos filipinos, que los hemos breado pero la de patadas que nos han metido, el grupo de estudiantes presentes en el partido se conjuró para agrupar a todos los estudiantes vascos y fundar un equipo que los representara en Madrid. Que una y no más, Santo Tomás, a eso de aguantar lo que hemos tenido que aguantar.

De ahí la reunión ya contada más arriba, que al terminar a las horas que terminó a los periódicos no les dio tiempo de publicar la información enviada por el grupo de estudiantes. Así que, aunque el acta firmada llevara fecha del 25 de abril, para la historia queda que el Club Atlético de Madrid nació un 26 de abril de 1903, y cuya acta fundacional recojo aquí:

“La Sociedad de Foot-ball que fundamos en Madrid está basada en los artículos siguientes: 1º. Que la Sociedad será una sucursal del Athletic Club, de Bilbao. 2º. Que se regirá por el mismo reglamento que ella, como tal sucursal. 3º. La cuota mensual será de 2,50 pesetas, idéntica a la citada Sociedad. 4º. Que el socio de esta Sociedad tendrá derecho a serlo del Athletic Club, de Bilbao, sin pagar cuota de entrada y recíprocamente. 5º. Se adelantarán las cuotas de los meses de mayo, junio, julio y agosto, a fin de dejar ultimadas las compras y arreglo del campo, así como pelotas, etc. 6º. Importante. Siendo esta Sociedad del Athletic Club, ambas sociedades se consideran como una misma; por lo tanto, no podrán jugar en contra en ningún campeonato. 7º. Los que quieran formar parte de esta Sociedad como socios fundadores lo verificarán antes de transcurridos los 30 días siguientes a la fundación sin pagar cuota de entrada. Pasado este plazo la cuota de entrada será de 25 pesetas. 8º. La Junta por la cual empieza a regirse esta Sociedad es la siguiente: presidente, Enrique Allende; vicepresidente, Juan Zavala; secretario, Eduardo de Acha; tesorero, Enrique Goiri; vicesecretario, J. Peña; vocales, A. Astoreca, J. Murga, D. Arana y A. Zarraoa. Y firma en Madrid, a 25 de abril de 1903, como secretario, Eduardo de Acha y Otañes”.

 

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