A tientas, busca el terminal móvil. La persiana bajada filtra la luz del amanecer, que apenas solivianta la oscuridad que devora la habitación. Bosteza mientras busca una canción en una red social de vídeos. Tiene sueño. La alarma sonó antes de tiempo, o al menos eso cree ella. Ese viejo truco para convencerse de lo que no es, porque lo hizo a la misma hora de siempre. Lo que cambió fue la hora de irse a la cama. Otra distinta en lugar de la habitual. Un ofrecimiento, el atractivo de la noche, el calor de la noche. Cuando quiso darse cuenta estaba en un bar de copas. Buen ambiente para ser un día laborable. Personas como ella, con quehaceres al día siguiente, enfrascadas en charlas, en conversaciones. Miradas, vistazos, soledades en busca de compañía. Y mucha música. Una canción, especialmente, le llamó la atención, la que ahora busca en el reproductor de vídeos. Sonríe al encontrarla tras bostezar de nuevo. Desea cinco minutos más. Ya se los quitará de la ducha, del café, de la tostada. Sólo cinco minutos, musita, mientras las notas musicales de la canción rompen el silencio de la habitación. Tonta a más no poder, insulsa, la típica canción de moda, pero tiene algo que la engancha, que le incita a cantar su estribillo:
—Na na na na na na na na…
Cierra los ojos. Esos cinco minutos. De nuevo, el recuerdo del local de copas, la canción fluyendo a través de los altavoces. Más miradas. Una en especial brilla en la distancia. Le sonríe. Ella, también. “Open heart, open mind”, recomienda el cantante de la insulsa pero atractiva canción. “¿Por qué no?”, se pregunta ella. Él se acerca, ella le ahorra la mitad del camino. Una breve presentación, la primera vez que vengo al local, qué tal una copa. Y la noche se escapó como un suspiro.
Pasan los cinco minutos. Resopla fastidiada. Se incorpora, levanta la persiana y abre la ventana. El día ha estallado. Suena el móvil, que dejó tirado encima de la cama. Lo coge y sonríe. Un mensaje. La sonrisa adquiere un brillo con el que no podría competir ni siquiera el amanecer conforme lo lee. Al final le sobrará tiempo. Una ducha, y lista. Del desayuno se encarga la persona que le envió el mensaje. Le apetece seguir la conversación donde la dejaron anoche. A ella, también.
Sed buenos y felices si podéis… U os dejan ?