Jules Bonnot

Hoy traigo hasta aquí la historia de Jules Bonnot, un alhaja de cuidado, y su relación con un afamado escritor que os va a dejar pasmados. Más cuando sepáis que el tal Bonnot llegó a ser declarado enemigo público número uno de Francia. Tanto, que la palmó acribillado por la policía el día que le echó el guante encima. A balazos como si no hubiera un mañana. Lo que viene siendo una saña que te cagas. Al lío.

Nacido en una localidad cercana a la frontera suiza, de la madre apenas conoció recuerdo alguno —falleció pronto— y del padre todas las hostias del mundo —lo que hoy llamaríamos maltrato infantil—. Con esos condicionantes, la línea del bingo ya está encarrilada, pero vayamos a por el bingo, que es lo gordo del asunto. Con el percal de padre que le tocó en suerte, a Bonnot no le quedó más remedio que echarse al monte —o trabajar en una fundición, que para el caso es lo mismo— y curtirse a lo bestia desde muy joven. Fue allí, en aquella fundición, un sitio la mar de idílico para comenzar a trabajar, más en el caso de casi un crío todavía, donde empezó a simpatizar con el anarquismo, y eso le convirtió en un trabajador molesto. Mucho.

Así que no le quedó otra que a dar tumbos por distintas ciudades francesas —Nancy, Lyon, París—, por alguna que otra de Suiza, y asimismo se dejó caer por Bruselas. En esas, le tocó prestar servicio a la patria. De su paso por el ejército adquirió las dos habilidades que le convirtieron en aquel enemigo al que me referí al comienzo de estas líneas: una puntería que te pasas con cualquier arma de fuego, y una habilidad poco común para conducir, amén de un conocimiento exhaustivo de la mecánica de los automóviles. Gracias a eso, una vez licenciado, se ganó la vida como chofer de diversos ricachones hasta que éstos descubrieron su pasado sindicalista. A la puta calle, y a buscarse la vida en París, donde trabó contacto con la famosa banda de los apaches. Delincuentes comunes, vamos.

Pero fue en un salto a las islas lo que le permitió conocer al activista italiano Plátano Sorrentino, quien le convenció para que se uniera a su banda junto a otras alhajas de cuidado y comenzar una carrera de atracos, muertos y persecuciones que concluyó en 1912, cuando cayó acribillado en una emboscada.

Ahora, lo del escritor. Visitando el museo de Lyon Sir Arthur Conan Doyle allá por 1925, se detuvo ante una foto de la exposición a la que había sido invitado. Los que le acompañaban se quedaron a cuadros cuando soltó ante todos ellos: “¡Coño, pero si es mi Jules! Y es que —está comprobado—, Conan Doyle contrató a Jules Bonnot como chófer durante unos meses, nada más aterrizar aquél en las islas. Pues eso, la peña presente flipándolo en colores. Conan Doyle reconociendo al tipo que había traído en jaque a la policía francesa durante meses, y que para colmo había sido su chófer. Otras versiones, en cambio, cuentan que fue un íntimo amigo del escritor, que le acompañaba en aquella visita, el que reconoció en el de la foto al referido chófer.

Y es lo que os tenía que contar hoy.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *