Esta novela es la recreación de una batalla contada desde los puntos de vista de sus protagonistas y de los que no lo fueron tanto y cayeron allí igualmente. Todos ellos arrastran una historia, tienen algo que contar.
Eso es Mühlberg.
Destripe —me niego a usar la palabra spoiler— del argumento de la novela: trata sobre una batalla en la que uno de los protagonistas (el emperador Carlos V) resulta vencedor. Pues vaya gracia, habrás dicho acto seguido. Mejor escoger susto que muerte, ¿o no? Aunque seguramente sepas que así fue, que Carlos V ganó la batalla de Mühlberg, que luego Tiziano lo retrató todo victorioso él —el cuadro está en el Museo del Prado, por si aún no lo has visto— montado a caballo para recordar la fecha y el momento, y el emperador pasó a la inmortalidad por ella y muchas cosas más.
Eso es lo de menos. Lo importante de verdad son las vidas de sus protagonistas, sus historias, que conforman una historia de historias que es Mühlberg. Historias como la del mismo emperador, quejoso por un ataque de gota —y lo que te rondaré, morena—, melancólico por el recuerdo de su querida esposa —la emperatriz Isabel se fue para el otro barrio ocho años atrás con 36 palos—, encolerizado porque Juan Federico de Sajonia —otro de los protagonistas— le tocara las narices con el asunto de Lutero, la unidad religiosa y tal; como la de Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, de Piedrahita —Ávila— y tercer duque de Alba. Noble, leal, fiel a sus hombres, a los que respeta por encima de todas las cosas, y con un humor negro no apto para salir en televisión; como las de Cristóbal de Mondragón y Diego Cubero, ambos soldados. El primero, camino de convertirse en la leyenda que es, y el segundo ansiando probar las mieles de la batalla, que para eso se ha hecho soldado; como la de Dorothea, que cayó allí, junto al ejército del emperador Carlos V, porque de alguna manera tiene que tirar para adelante, aunque sea ejerciendo la misma profesión que su madre…y ocultando un secreto que, sabe también, le puede costar la vida; como la del mariscal de campo alemán Wolf von Schönberg, recto, disciplinado, sabedor de sus limitaciones y de sus habilidades; como la de Hans von Ponickau, chambelán de Juan Federico de Sajonia. De números y de llevar su casa sabrá un rato. De lo demás, ya no tanto; o como la Mauricio de Sajonia, amigo de sí mismo y de nadie más, aliado del emperador porque así le conviene, y urdidor de cosas que vendrán con el tiempo.
Y hay muchos más. Personajes que conforman un caleidoscopio de novela llamado Mühlberg.
Por si gustas, además, te lo cuento aquí:
Le tengo ganas. Interesante a tope
Si te decides, espero que te guste. ¡Gracias por tu interés!
Un saludo.