Por tocarle los cojones a Almanzor

A ver, convendremos en que personajes hay muchos, pero mitos, lo que se dice mitos, se pueden contar con los dedos de la mano y puede que hasta sobren. Que sobran, digo más. Cada día lo tengo más claro. Es decir, entiéndase por mitos esas personas que están rodeadas de un aura, que poseen algo especial vamos. Como decía Joaquín Reyes, que tienen zzzsissisis, zzzsissisisssisss, zzzsissisis. Pues eso.

Uno de esos tipos, que además es uno de mis preferidos, es Abu ʿAmir Muhammad ben Abi ʿAmir al-Maʿafirí, que se hacía llamar al-Manṣūr, o sea, el victorioso por Alá; y que en estas tierras de Dios, o sea, meseta para arriba en esos tiempos llamados de la Reconquista, bautizamos como Almanzor. 

Mito y todo lo que queramos, pero que era un cabrón con pintas, también, que aquí no estamos para dorar la píldora a nadie. 

Y una buena de las que organizó el personaje fue la ocurrida en el año 996 después de Jesucristo. 

 

Lo del año 996, decía. Poneos en situación: Edad Media, España, la llamada Reconquista y tal. Hostialidades hasta en el cielo de la boca. Por esa época, Almanzor ya llevaba unos cuantos años llevándose el maillot amarillo de la Vuelta a España de la destrucción y la desolación: hasta 50 campañas, a cada cual más victoriosa, incluyendo la conquista y saqueo de Salamanca, Zamora, León —aunque su castillo quedó intacto. De la ciudad, en cambio, ni una piedra sobre otra.

Hasta que llegamos al año 996.

Bermudo II, rey de León, decidió tocarle un poco los cojones. Básicamente porque ya estaba de Almanzor hasta ellos. En consecuencia, se lio la manta a la cabeza y decidió hacer aquello que he indicado una línea más arriba. Y a dos manos.

¿Qué hizo el colega? Dejó de pagarle los tributos a los que estaba obligado por las campañas anteriores. Tributos, ojo, a los que se había comprometido.

Un pastizal.

Y, claro, a Almanzor, tocarle los cojones, lo justo y lo necesario. Así que lo tuvo cristalino: le iba a endiñar una hostia a Bermudo II que iba a pegar más botes que Bobby Farrell —el cantante de Boney M—. Pero, como habréis reparado, más arriba dije que Almanzor ya había dejado León como un solar. ¿Entonces? Entonces se fue a por Santiago, ya famosa por ser centro de peregrinaje.

Los musulmanes pegaron un rodeo y decidieron hacer buena parte del viaje por tierras portuguesas, donde dejaron su impronta de dolor, destrucción, etcétera, para aparecer por Iría Flavia —donde nació Don Camilo. José Cela, para que se me entienda—. Desde allí se fueron derechitos hacia Santiago, que fue incendiada y saqueada tras duro asedio en una campaña en la que fuerzas gallegas y portuguesas opuestas a Bermudo II se aliaron para echar una mano a Almanzor. Por eso de vamos a tenerle contento, que si no aquí puede haber una hondonada de hostias, que dijo el gran Manuel Manquiña.

Eso sí, lo sorprendente del asunto siendo el personaje que era, es que Almanzor decidió respetar el sepulcro de Santiago. Al menos así lo cuentan las fuentes musulmanas. Que si altura de miras, que si nobleza y tal, refieren. Las cristianas, por su parte, son más prosaicas y aducen que sintió tal acojone una vez se vio cerca del sepulcro que dejó dejarlo como estaba. Es decir, que por no cabrear más de la cuenta a los cristianos se dio la vuelta y ahí lo dejó, intacto. No obstante, lo que sí se llevó para Córdoba fueron las campanas y las puertas de la catedral a lomos de cautivos cristianos. Por tocarle los cojones a Bermudo II, sin más.

De todas formas, el que cuenta divinamente este episodio es Jesús Sánchez Adalid en ‘El mozárabe’. Echadle un vistazo. No os decepcionará.

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