Tadea

Lo que es la vida, nacer con estrella y todo eso. Puedes ser un bastardo como don Juan de Austria y ser eso, el héroe de Lepanto etcétera, y ser Tadea y comerte los mocos. Porque Tadea también fue ilegítima del emperador Carlos V, y en su caso pues eso: se comió los mocos.

Para empezar, una salvedad: Carlos V fue siempre fiel a Isabel, la emperatriz. Las cornamentas, en otros sitios. Incluso en una ocasión llegó a confesarle por carta a su hermana María lo siguiente: “Soy un marido tan devoto que la belleza de otras mujeres no me dice nada”. Eso sí, antes de casarse ancha es Castilla, Aragón, Cataluña y el Reino de Nápoles si me apuráis. Y de una de esas nació Tadea.

De ella se sabe lo justo: que nació en 1523 en Italia, y que su madre se llamó Orsolina de Cancellieri de Perugia. Se sabe, eso sí, que el emperador le dijo aquello de qué pasará, que misterio habrá, puede ser mi gran noche mientras estaba en la Corte de Bruselas. Su marido había cerrado sesión tiempo atrás, y su extraordinaria belleza ya había llamado la atención del emperador.

Total, se cuenta que cuando Carlos marchó para Inglaterra para tratar sus cosas con Enrique VII ella regresó a Italia —se rumorea que los hermanos le dijeron ven para acá a la de ya, qué narices haces por ahí sola, fané y descangayada—, aunque el emperador no se desentendió del fruto de su relación con Orsolina. Estando en Roma en 1536, de vuelta de zurrarse con los moros en Túnez, reconoció a Tadea de inmediato al encontrar la señal que le hizo en una de sus piernas con un objeto punzante. Fue enterarse de que la madre la había casado con sólo trece palos, trece, y montarle la de Túnez, la de Mühlberg y el sitio de Metz de años después de un solo golpe. Que con quién narices has casado a mi hija, en resumidas cuentas, le vino a decir. Para arreglarlo, le soltó 3000 escudos de oro. Una pasta gansa.

A partir de ahí, lo de Tadea fue un morir en vida mientras permaneció en este valle de lágrimas. Los hermanastros la traían por la calle de la amargura; y una vez muertos la madre y su marido, quiso volver a ver a su padre al enterarse de que se largaba para Yuste harto de todo y de todos. Como vio que el padre no contestaba, escribió a su hermanastro Felipe AKA Felipe II para lograr su reconocimiento como hija legítima del emperador. Nada de perras ni prebendas, sólo reconocimiento. Ahora imaginaos a ese Felipe enterándose por carta de que tenía una hermanastra. La idea que prevalece es que nunca contestó a la carta y fue archivada. Eso sí, se sabe que Tadea cerró sesión sin revelar nunca de quién era hija.

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