Suele suceder que, si te pillan de buenas, des lo que te pidan; y cuando no tienes para farolillos lo que ya sabemos, ni los buenos días. De lo primero se puede dar cuenta el 29 de diciembre de 1547. Ese día, según cuenta Foronda y Aguilera, «los de Brunswick imploran el perdón a S.M. y le obtuvieron en iguales condiciones que las otras ciudades que se habían rendido».
Viene esto porque estando como estaba todavía el emperador Carlos V por tierras del Sacro Imperio Romano Germánico —en Alemania, en Augsburgo. La ciudad de reyes—, la cosa parecía un tanto pacificada con los príncipes alemanes después de las hostialidades de Mühlberg que tuvieron lugar en abril —el 24, para más detalle— de ese mismo año.
Como para que no lo estuviera. El cabecilla principal de la revuelta, el príncipe elector Juan Federico de Sajonia, seguía preso —y lo que le quedaba por entonces— después de tocárselos pero bien al emperador. Y podía darle gracias de no haberle cortado el cuello al día siguiente de la batalla, cuando no la misma noche del día 24. Por ganas no fue, ni tampoco de muchos de los que rodeaban al emperador. Que hay que dar ejemplo y este es de los gordos —mención especial al tamaño de aquel príncipe. Descomunal no, lo siguiente—. En consecuencia, y una vez derrotada la Liga de Esmalcalda —alianza entre ciudades y príncipes protestantes—, todo Dios que se había alzado contra el emperador comenzó a suplicar el perdón de sus pecados. Que mire usted que nos liaron, que no sabíamos de qué iba esto realmente, que pasábamos por allí y nos preguntaron si nos queríamos apuntar, etcétera.
En concreto, la ciudad de Brunswick, que además de ser por entonces la séptima más grande de Alemania también era de las más ricas, constituía un importante centro comercial, uno de los centros económicos y políticos del norte de Europa y miembro de la Liga Hanseática. Ahí es nada.
Aprovechando que el emperador se encontraba en Italia de hostialidades con el francés y el turco, se decidió expulsar de la ciudad en 1542 al duque católico Enrique el Joven. Y que viva la fiesta. Luego vinieron las dos campañas —la del Danubio y la del Elba, incluida la Batalla de Mühlberg en esta última— en las que el emperador dio a los príncipes alemanes hasta en el cielo de la boca y más, y le llovieron las peticiones de perdón como si no hubiera un mañana. Que mire usted que no volveremos, que no que no. Una y no más, Santo Tomás, y todo eso. Los de Brunswick obtuvieron el suyo este 29 de diciembre de 1547, en igualdad de condiciones que las ciudades que ya lo habían obtenido. Y aquí paz.
Por ahora.
Luego vino lo que vino. Pero eso ya, si eso, para otro momento, que hoy no toca.