Tal día como hoy de 1092 nació un tipo en Zwittau, Moravia, en lo que por entonces era Checoslovaquia -nota para los más jóvenes: país del que salieron la República Checa y Eslovaquia en 1992-. Para resumir, el tipo en cuestión era un hedonista, borracho, seductor y mujeriego. Y se le daba engañar que daba gusto. Como ejemplo, le echaron de la escuela antes de los 16 años por falsificar su boletín de notas, se casó con su mujer por conveniencia -el padre de ella tenía perras- y tuvo un par de hijos con su amante estando casado. Una joya, vamos.
Con este expediente, se podría esperar lo peor. Y llegó. En 1939 se trasladó a Cracovia (Polonia) para comprar una empresa que perteneció a unos judíos. Tras la invasión nazi, éstos no podían ser dueños de nada -ni de su propia vida casi-, y allí que acudió el tipo, como buitre atraído por los despojos. El contable de la empresa, otro judío, le dijo que sí, que la empresa le podía dar dinero. Con esas premisas, normal que los ojos le echaran chiribitas. Había que ganar dinero y a espuertas, que el tren de vida que mantenía era una máquina que lo reclamaba sin cesar. ¿Y qué mejor que contratar a judíos para trabajar casi como esclavos en su fábrica? Escaso gasto en sueldos, menos en contraprestaciones e impuestos. Un negocio redondo.
Pero al tipo le bastó con abrir los ojos -esos que se le habían llenado de chiribitas- para comprobar lo que había a su alrededor. Estando los nazis de por medio, pues eso. Y el tipo empezó a dejarse toda la fortuna en comprar amistades para salvar a todos los judíos que pudo. En total, cerca de 1.200. Tras la guerra, arruinado y separado de su mujer, sobrevivió como pudo gracias a la caridad de aquellos a los que salvó la vida.
El tipo en cuestión se llamó Oskar Schindler y nació tal que hoy hace 109 años.