El 30 de noviembre de 1531, el emperador Carlos V se pegó el gustazo —porque lo fue— de celebrar el tercer capítulo de la Orden del Toisón de Oro para nombrar a veintidós caballeros, veintidós. Entre ellos, su hijo Felipe, que por entonces contaba con cuatro años.
Primera pregunta, que os veo venir: ¿qué es la Orden del Toisón de Oro? Resumiendo, que es gerundio, es una orden vinculada a una familia reinante y no a un a un país o territorio. O sea, que depende de un rey y su casa; y está vinculado con la Casa de Borbón. Pero…
Antes lo estuvo a la Casa de los Austrias, o sea, a la dinastía de los Habsburgo, toda vez que su fundador fue Felipe III, que intentó hacer del ducado de Borgoña, situado entre Francia y el Sacro Imperio Romano Germánico, un sitio chachi. Quería recuperar el antiguo reino de Lotaringia, que surgió de la herencia de Carlomagno. Lo de la Orden del Toisón de Oro viene porque allá por 1422, Inglaterra le ofreció ser miembro de la Orden de la Jarretera —la más importante y antigua del Reino Unido, inspirada en la leyenda de los caballeros de la mesa redonda. Lo más de lo más—, pero como no quería que se desataran las hostialidades con Francia si lo aceptaba, decidió fundar una propia, y esa fue la Orden del Toisón de Oro.
La verdad es que lo ves y mola: es un collar de oro con las armas de los duques de Borgoña, y de él cuelga el mítico vellocino de oro —lo que penó Jasón, ese hombre, por conseguirlo—. Además, como símbolos también destaca la doble B que forman cada uno de sus eslabones, dos letras enfrentadas con pedernales de las que surgen llamas que representan el fulgor y la rapidez en la guerra. De oro puro, así que, con razón, se diga que puede contar en torno a 50.000 leuros, que ya es pasta.
Pues eso mismo, como digo, es lo que impuso el emperador Carlos tal que el 30 de noviembre de 1531 a veintidós personas en el tercer capítulo de su reinado; que no es que tenga capítulos como los libros y las series, sino que se refiere a las ocasiones en que el rey de turno decide montar una cuchipanda de estas y repartir collares como si no hubiera un mañana. A modo de ejemplo, Felipe III organizó diez, que para eso fue el promotor del asunto y tenia que dar las gracias a mucha gente o reconocer los servicios prestados.
¿Y el emperador Carlos V? ¿Cuántos de estos montó? Cuatro, uno aún como pretendiente a todo, en 1516, y los tres restantes bien sólo como rey de Castilla, o como eso y también emperador del Sacro Imperio Romano Germánico —su hijo, sólo dos, por si lo preguntáis también—. El tercero de aquellos cuatro, digo, fue el que se celebró ese 30 de noviembre de 1531 Tournay, en Francia, donde dijo que vengan toisones de oro como si no hubiera un mañana para un total de veintidós personas —más dos que quedaron sin proveer, según Foronda y Aguilera—, entre las que estaban su hijo Felipe, el Rey de Escocia o el duque de Alburquerque, por citar a algunos de los agraciados.
Y ya. Comerían, beberían, y cada mochuelo a su olivo.