El 18 de enero de 1534, el emperador Carlos V se encontraba en La Almunia de Doña Godina, donde permanecería hasta la jornada siguiente. ¿Qué hizo allí? Que se sepa, nada. Que se sepa y así lo consignaran sus cronistas, porque iba en compañía de su churri, la emperatriz Isabel, así que algo harían. Fijo. Entre ellos, digo. Fijo.
Para los que no conozcáis el lugar, deciros que está en la provincia de Zaragoza, que posee los títulos de Muy Noble y Fidelísima Villa, concedidos por Felipe V de España por haberle echado un cable durante la Guerra de Sucesión Española, y como tal aparecen reflejados en su escudo; y que su nombre proviene del árabe, pues almúnya en dicho idioma significa huerta. Que lo es, pues a su alrededor se extiende una cantidad increíble de huertas que dan fruta de la buena, entre otras delicias para el paladar. Lo de Godina viene porque la tal Godina —doña Godina, por precisar— era una mujer de perras que donó las tierras donde se asienta la villa a la orden de San Juan de Jerusalén para que montara un hospital en ellas. De ahí a lo que es hoy. Por cierto, que los integrantes de aquella orden se alojaron en el Palacio de San Juan, que es la actual casa de cultura.
¡Ah! La cúpula de la Iglesia de la Asunción es de color verde y rivaliza en altura con la torre mudéjar, que pertenece a una primitiva iglesia románica ampliada en el siglo XVI.
Por si la queréis visitar.
De nada.