Troya. Una guerra, una ciudad, unos personajes.
La leyenda está ahí. Hay maneras y maneras de contarla, y lo que Mario Villén hace en ‘Ilión‘ es, sencillamente, elevar la leyenda a la categoría de obra de arte. Una novela que se te escapa en un suspiro, páginas y páginas que pasan ante tus ojos, personajes que se hacen sentir, que te transmiten la emoción del momento: el anhelo de la victoria, el miedo a la derrota, la desesperación del padre viendo cómo su estirpe se desvanece con la pérdida de su hijos, la argucia como método y el respeto y temor a lo dioses como manera de vivir.
Personajes que ya forman parte de la tradición occidental como Paris, Héctor, el rey Príamo, Agamenón, Helena o Ulises se hacen carne en una novela que nos sitúa ante las puertas de Troya. Una profecía y su destrucción marcan el devenir de aquellos personajes, sus estrategias de lucha, las alianzas que tejen entre sí. Personajes cuya personalidad asoma desde el primer instante. Rasgos precisos, certeros y claros para definirlos, para conocerlos, para quererlos u odiarlos. Y siempre, por encima de los hombres y sus cuitas, el amor en sus múltiples vertientes como arma de destrucción masiva, como fuerza motriz capaz de empujar a ejércitos hacia la victoria o a la derrota; o para hacer enloquecer a un hombre hasta hacerle perder la cabeza.
‘Ilión’ no es la historia de la conquista de una ciudad, ni tampoco la conclusión de una guerra.
Es la vida misma hecha novela.