Casanova

¿Cuántas veces habéis escuchado aquello de ‘menudo Casanova estás hecho’? Expresión referida normalmente a aquel cuya actitud picaflor —dejémoslo ahí— es célebre a su alrededor, Unas cuantas, seguro. ¿Y quién fue Casanova? Venga, que cuento hasta tres. Una, dos… ¿nada?

Pues Casanova —Giacomo Girolamo era su nombre completo— fue un veneciano que vio la primera luz tal que el 2 de abril de 1725 y la palmó en Dux, actual República Checa, setenta y tres años después, en 1798. Entre esas dos fechas, una vida de escándalo, es un escándalo, que canta Raphael.

Por resumir, más que nada por si os apetece hacer algo mejor que leer estas cuatro líneas, Casanova fue seminarista, secretario del cardenal romano Acquaviva, violinista y protegido de un senador veneciano, viajero infatigable, jugador incansable y amante solicitado en más de una y de dos camas.

Por lo del juego, a lo que hay que añadir su afición a los trucos de magia y la publicación de unos sonetos satíricos considerados demasiados licenciosos —el Twitter de la época—, le cayeron cinco años de trena en la cárcel de los Plomos de Venecia, de la que se fugó a lo Frank Morris y hermanos Anglin; estancia que le llegó tan adentro —y más aún su fuga— que, como veremos después, le sirvió para redactar una especie de memorias de su estancia en ella.

¿Dónde escapó? A Francia, donde creó la lotería pública, que funcionó desde 1762 hasta 1836; frecuentó la corte de Luis XV, trató a Voltaire, a Rousseau, y calentó la cama de Madame de Pompadour en más de una y de dos ocasiones; y terminó huyendo de París tras saber que le esperaba una nueva estancia con todo incluido en las prisiones de su majestad.

¿Qué más se puede contar de la vida del colega? Que tras andar de aquí para allá cual tiritero alehop de feria en feria acabó regresando a París poco antes de palmarla, donde trabó amistad con el conde de Waldstein, quien le dio las llaves de su castillo de Dux, en Bohemia, y le nombró bibliotecario. Allí se dedicó a escribir, legando a la humanidad obras como Historia de mi fuga de las prisiones de Venecia que se conocen con el nombre de los Plomos (1788) y L’Icosameron (1788).

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