Allá por noviembre de 1325, las ciudades de Módena y Bolonia se liaron a hostias por culpa de un cubo. ¿Cómo se conoce el asunto? Como la guerra del cubo, para qué marear más la perdiz. Y hubo hostias a mansalva, sí. Cerca de 2.000 pavos se quitaron de tomarse una caña con los colegas, de echarse un piti de cuando o en cuando o un caliqueño cuando se terciara. 2.000 pavos. Por culpa de un cubo. Hay que tener cojones, desde luego.
La cosa, lo de aquella guerra, digo, hay que encuadrarla en la eterna rivalidad que se profesaban aquellas ciudades italianas. No, el vinagre y la salsa no tienen nada que ver con el asunto. Fue un cubo, repito. 300 años teniéndoselas tiesas. Los de Módena, apoyados por el Sacro Imperio Romano Germánico, del que sería emperador mi colega Carlos unos cuantos siglos después del asunto. Los de Bolonia, por el Papado; que, ese sí, siempre ha sido y es de estar en todas las salsas, si se me permite la broma.
Hasta que llegamos al año 1325. Desde hacía meses la cosa estaba malamente entre ambas ciudades, así que a los de Bolonia no se les ocurrió mejor manera de tocarle un rato los huevos a sus odiados enemigos de Módena que robándoles el cubo de un pozo del centro de la ciudad; lo que podía ser una putada en aquella época, pero de fácil solución. Otro cubo y aquí paz y después gloria. Pero eso, entre Módena y Bolonia, era lo mismo que pedir a dos políticos de partidos distintos que se den un tornillazo para solaz general. Ni de coña, vamos.
Los bolonienses, más cabreados que una mona en Pascua, pidieron/ordenaron/exigieron a los de Módena que les devolvieran el cubo a la de ya. Los de Módena les respondieron que ni a la de Blas. En consecuencia, reunieron a un ejército de 30.000 tíos —sí, 30.000 para rescatar un cubo— y se fueron a Módena, donde se liaron a hostias y lo que no son hostias con los 7.000 que los esperaban y no para repartir Sugus, precisamente. La palmaron 2.000, como dije antes, batalla que ganaron los de Módena a pesar de su clara inferioridad además de quedarse con el cubo, faltaría más. Cubo del que se puede ver una réplica hoy en día en la Torre della Ghirlandina conmemorando aquella hazaña. Por seguir tocando los cojones a los bolonienses.