El 23 de enero de 1516 cerró sesión el rey Fernando el Católico en Madrigalejo, provincia de Cáceres. Y la cerró, dicen las malas lenguas —y también no pocos historiadores—, de tanto darle al asunto. Esas cosas de casarse con una más joven que él —pero que mucho más joven. La interfecta, Germana de Foix, sobrina de Luis II de Francia, sólo 18 primaveras—. Y todo por esa manía de los reyes de dejar un heredero para que todo quede atado y bien atado.
Cuando Fernando decidió esposarse con Germana ya andaba por los 53 palos, por lo que no estaba en edad de entregarse a grandes arrebatos juveniles por un quítame allá ese heredero, pero a ello se puso; que, de palmarla, como así acabó ocurriendo, su heredera sería Juana, su hija, lo que no le hacía ni santa gracia. Así que confió su suerte a esos remedios de los que se hablaba y que de cuando en cuando utilizaban los que ya estaban para pocas para darle alegría al cuerpo Macarena, aaaay.
Él fio su suerte y la de su descendencia a la cantárida, también conocida como mosca española, un escarabajo verde brillante cuyos restos, una vez muerto, seco y reducido a polvo, se utilizaban como vasodilatador. Y Fernando abusó de ello. Tanto, que cuentan las crónicas que el citado afrodisíaco le pudo provocar graves episodios de congestión, lo que derivó en una hemorragia cerebral.
¿Se ha podido demostrar? No. Ahora, que cada cual se lo crea o no. Eso sí, Jerónimo Zurita, cronista del Reino de Aragón, dejó escrito que el rey sufrió una grave enfermedad producto de un “feo potaje que la reina le hizo dar para más habilitarle, que pudiese tener hijos. Esta enfermedad se fue agravando cada día, confirmándose en hidropesía con muchos desmayos y mal de corazón: de donde creyeron algunos que le fueron dadas yerbas”. Los que estaban a su alrededor no tenían dudas de que Fernando se fue para el otro barrio de tanto meterse para el cuerpo con tal de dejar sus reinos a otro heredero que no fuera Juana.
Investigaciones recientes demuestran que le falló el corazón. Primero, las dificultades que arrastraba para respirar; después, los edemas que sufrió. Quizás una anemia, que tuviera problemas de válvulas… Cosa nada rara con las dietas ricas en colesterol —carnaza va carnaza viene— de la época y la hipertensión que pudiera arrastrar.
Así que Juana se convirtió en su heredera y años más tarde el nieto de Fernando, un tal Carlos, dicen que dejó preñada a la que era su abuelastra, Germana, y le dio más faena que el abuelo sin duda alguna. Dicen, insisto, las malas lenguas y todo eso.