Se prometió no volver a besar nunca más los labios que le podían. Esos labios… Los saboreó sin que ella supiera que era la última vez que él los besaba. Tres meses llevaban así, alargando una agonía sin sentido.
—Yo te quiero… —le dijo ella una semana antes. Lo dijo porque lo creía y sentía.
—Y yo también… —contestó él sintiéndolo, pero sin creerlo.
Ambos sentían lo mismo, pero sólo una creía en algo que trascendía su alma. Por eso ese momento era el último. No habría más besos ni más caricias con ella.
—Hay amor…. —trató ella de convencerlo.
—Es un error —replicó él.
¿A qué obedecían comportamientos tan dispares? Se conocían desde hacía más de veinte años. La universidad, una clase, un pupitre contiguo, un intercambio de miradas, un par de sonrisas. Luego vinieron dos cafés, algún cine, y sus caminos se separaron. Sentían lo mismo, pero nunca lo confesaron al otro. Pudor, vergüenza, el miedo al eterno no. Ella se marchó de la ciudad durante una temporada. Conoció mundo, gente, amplió estudios; le olvidó. Él comenzó a trabajar en una empresa mediocre que tampoco le ofrecía un buen trabajo, pero era lo mejor que pudo encontrar. Así estuvo más de quince años. En ese periodo conoció a otra mujer, se casó con ella, fue feliz… Y lo seguía siendo hasta que la persona de la que llevaba tanto tiempo sin saber nada se cruzó en su vida. Otra vez. Un par de sonrisas, algún café, una cena, sábanas revueltas… Tres meses llevando una doble vida, en el caso de él, idéntico tiempo ella imaginando una vida soñada.
—…Amor… —articuló ella con la voz entrecortada y las primeras lágrimas bañando sus ojos.
—Fue —sentenció él con pesar y la pena impresa en el rostro.
Al último beso le siguieron explicaciones, lágrimas amargas y excusas que sabían a adiós. Y volvió a repetir el mismo verbo. Porque fue eso, el último beso, la última conversación, el último café. La dejó en el bar donde se despidieron con silencios para no volver a verse jamás y regresó a casa, donde le recibieron otros labios que ansiaban su calor; labios que callaron aun sabiendo y que sólo esperaban recuperar el calor que los daba vida. Labios que le supieron como el primer día que los besó.