Vida del emperador Carlos V día a día: 13 de diciembre

El 13 de diciembre de 1555, el emperador Carlos V se encontraba en Bruselas. ¿Haciendo qué? Nada; porque ya no era rey, ni tampoco emperador. No era nada más que un abuelo, físicamente tal era su deterioro —recuerdo: había nacido en 1500, luego le caían por entonces sólo 55 palos. Pero le veías y como que daba grima—, deseando meterse para el cuerpo un IMSERSO hecho a su medida. Esto es: retirada al norte de Extremadura, a una chabolilla que había ordenado construir junto a un monasterio por aquello de estar en paz con Dios y tenerle cerca por si éste le decía vente para acá, payo, que ya has tenido bastante si te parece poco.

Ese 1555 fue el año que dijo ahí os quedáis, iros todos a escalfar cebollinos, que ya estoy harto del hijo del francés, de los alemanes tocándomelos a dos manos, del turco y hasta del Sursum corda. Así que un par de meses antes, en octubre —en concreto, el día 25. Esa la contaré llegado el momento—, a su hijo Felipe le dejó unas cosas —también llamadas marrones. Lo pudo comprobar de inmediato, declarando una bancarrota como un campeón al año de sentar su real culo en el trono de España— y a su hermano Fernando, otras —también marrones, estos a escala más internacional, pues le tocó en suerte la parte del imperio. Hors categorie, que dicen los franceses—. Y él, por aquel 13 de diciembre de 1555, preparando el viajecito que se iba a pegar hasta llegar al monasterio de Yuste.

De ese año llama la atención, como signo de que ya estaba pensando más en Yuste que en cualquier otra cosa, la poca actividad que generó, y que se puede resumir en las tres cédulas que firmó, tres —en sus mejores tiempos, esas se las echaban para el coleto en un solo día—; las doce cartas que escribió o se limitó a firmar, dado que lo de sostener una pluma cada vez le costaba Dios y ayuda; y un acto público —uno— en el que participó el 25 de noviembre.

El resto, el llano en llamas, como escribió Juan Rulfo. Y siempre en Bruselas, de la que no salió ni harto de cerveza. Y mirad que le gustaba. Allí encerrado hasta que, imitando a los Gabinete Caligari, se fue camino Yuste —Jaime, Ferni y Edi, para Soria. Por aclarar—.

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