Wolfgang Amadeus Mozart

Tal dia como hoy de 1791 cerró sesión Wolfgang Amadeus Mozart. Un puto genio. De los más de siempre. Mientras otros, con cinco o seis años, se liaban a tirar cantos a los perros y a dejar sin ojos a más de un gato, él componía obras musicales y todo Dios se pegaba por verle tocar el clavicordio o el violín. En esto tuvo que ver el padre, Leopoldo, que componía y daba clases de música. El tipo no tardó en darse cuenta de que el churumbel podría convertirse en el puto amo de la música de su tiempo.

Viviendo con su familia, viajó un rato, se empapó de todo lo que escuchaba, conoció a otros músicos y regresó a Salzburgo. Pero, en su opinión, como el arzobispo era un raspa de cuidado, a pesar de obtener un éxito tras otro lio el petate y se fue con viento fresco para Viena. Allí se casó con Constance, la hermana menor de Aloysa Weber, sin el consentimiento de Leopoldo, de la que se enamoró hasta el tuétano. Que si la familia quería aprovecharse de su éxito y tal Pascual. Total, que Wolfgang siguió componiendo, conociendo a más y más compositores —Haydn, la obra de Händel…—, realizando más y más conciertos… Y por ende, ganando perras. Muchas perras. Lo que pasa es que era como tío Pata —perra que pilla, perra que mata–, y con ese modo de vida por muchas perras que entraran, como que no.

Después vinieron pelotazos en forma de ópera como Las bodas de Fígaro o Don Giovanni que no pudo disfrutar Leopoldo porque se fue para el otro barrio. Pero la situación económica se torció, los conciertos comenzaron a escasear y Viena fue perdiendo interés por él. Así que se mudó a otra casa menos lujosa y pequeña a ver si así reducía los gastos, pero algo chungo le agarró por dentro y empezó a sentirse cada día peor. Que si fiebre, que si hinchazón, que si vómitos. Constance llegó a decir que lo habían envenenado. Aun así, le dio tiempo a componer La flauta mágica antes de irse para el otro barrio el 5 de diciembre de 1791. Fiebre, una pulmonía y un fallo renal. Y no, no lo mató Antonio Salieri. La peli está muy bien y tal, pero Salieri no lo mató.

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