Se aferra a la taza de café como quien fía a una tabla endeble su única manera de sobrevivir a una tormenta en alta mar. La ventana está abierta. A través de ella atisba una mañana fría y lluviosa que de primaveral tiene poco. Puertos de montaña cerrados, carreteras cortadas, circulación prohibida para camiones en tal o cual punto, ha informado el locutor de la emisora radio que tiene por compañía. Abril, caviló con una sonrisa en los labios. Y nevando. Tiene cojones la cosa.
El calor que desprende la taza reconforta su alma, tan fría como el viento que hace suya la habitación hasta que se decida a cerrar la ventana cuando se marche a trabajar. La voz dulce de Teresa Salgueiro también ayuda. Suena ahora por casualidad en la radio. Ella, que cantaba fados por pura diversión en una taberna del Barrio Alto de Lisboa. «Quem contar um sonho que sonhou, não conta tudo o que encontrou, contar um sonho é proibido…».
La protagonista de estas líneas cierra los ojos. Un sueño que soñó canta la cantante de Madredeus. De esos ella también tiene una buena colección, incluso hasta de los prohibidos a los que hace relación la Salgueiro. Dejar el trabajo, vender el apartamento que compró al llegar a la ciudad y marcharse al mar, cerca de una cala tranquila, y poner en marcha ese proyecto que anida en su cabeza desde hace meses. Por ejemplo. Al contrario de lo que canta la Salgueiro —«num sonho que não vou contar e cada dia é mais sentido»—, él sí lo conoce; y le dijo que sí, que cuando quiera. Si hace falta dinero, cuenta con él, le aseguró con mirada glauca. Lo que quieras, que me voy contigo. Él, su todo.
Ella se aferra a la taza de café soñando con los ojos abiertos ese sueño que tanto anhela y que desea compartir con él. Esa tabla a la que agarrarse en la tempestad que es su vida. Un sueño por soñar, una vida por vivir.
Acaba de amanecer.