Tal día como hoy de 1506 en Villafáfila, provincia de Zamora, Felipe, llamado el Hermoso, y Fernando, llamado el Católico, pusieron en negro sobre blanco que Juana estaba más para allá que para acá. Y así, aquellos dos se repartieron el pescado, la carne, la fruta, huevos y reinos a tutiplén; y a Juana le prepararon el camino para penar su locura en vida. Grosso modo y sin complicarnos la vida. Ale, fin de la efemérides.
¿Qué? ¿Cómo se os queda el cuerpo? Si cuando digo que las cosas se pueden resumir en cuatro líneas, incluso en menos, por algo será; que uno se gana la vida tecleando muchas horas al día y esto lo tiene ya más que aprendido. Concreción, concisión y claridad, la tres ces del periodismo. El resto, paja.
Pero como sé que lo que estáis esperando es la paja —narrativamente hablando, faltaría más—, os contaré que sí, que en aquella villa zamorana de algo menos de 500 habitantes y algunos pocos más la actualidad, aquellos dos reconocieron que su esposa e hija del segundo no estaba muy allá según ellos. Pobrecilla; y que, claro, así no podía gobernar, que eso es para gente seria y en sus cabales.
Que Felipe quería mandanga de la buena, esto es, gobernar, estaba cristalino, que a él lo que le gustaba era manejar hilos, mandar esto y lo otro y no ser una mera comparsa de su mujer, que era la poseedora de los derechos sobre Castilla. Como era más listo que el hambre y viendo el percal —esto es, la situación de Juana—, se fue al padre —a Fernando— y le soltó aquello de vamos a llevarnos bien tú y yo y nos repartirnos el pastel, que si lo hacemos bien saldremos ganando los dos; y esto lo vas a firmar por las buenas o por las malas, pero si es por las primeras te irá mejor que si es por las segundas. En consecuencia, Fernando y Felipe firmaron un documento por el que el primero renunciaba al gobierno de Castilla y se marchaba a su querido Aragón. Eso sí, con la buchaca llena, pues para eso se reservó el derecho de seguir administrando las órdenes religiosas y llevarse la mitad de lo que viniera de América. ¿Y Juana? Para atarla. Tordesillas is coming.
A Felipe le duró poco la alegría, porque apenas tres meses después de firmar lo firmado la palmó. Y como el hijo primogénito de Felipe y Juana —mi colega Carlos— no pasaba entonces de los cinco años, Fernando se encargó de nuevo de llevar las riendas del destino de Castilla, más contento que un gorrino en un lodazal, hasta que Carlos estuviera en edad de merecer y gobernar.
Y así fue, muy resumido y a mi manera, lo que ocurrió en Villafáfila, provincia de Zamora, tal día como hoy de 1506.