Tal día como hoy de 1555 la palmó una desgraciada. Lo digo en cuanto a la vida que le tocó vivir. Tela; que fue todo y fue nada; que se casó —porque le tocaba. Cosas de la época— con un primo tercero que era un putero de consideración —al menos ella y muchos más lo pensaban— que le duró menos que nada, porque la palmó bien joven —unos dicen que envenenado por culpa del suegro, otros que a saber—. Así que quedó viuda; que fue madre de varios hijos. Uno de ellos le salió flamenco, en toda la extensión de la palabra, y la dejó compuesta y sin reino —que para eso era reina. De Castilla, nada menos—; que acabó recluida en un convento de Tordesillas (Valladolid) del que saldría menos veces que dedos tenía en una mano. En total, se tiró cerca de cuarenta y seis años recluida allí, siempre vestida de negro y pasando las de Caín por mucho que fuera reina —hasta que la palmó, nominalmente lo fue—; y que se llamó Juana, la I de Castilla. Algunos la apodan la Loca. Ellos sabrán.