Vida del emperador Carlos V día a día: 18 de diciembre

El 18 de diciembre de 1526, nos dice Foronda y Aguilera que el emperador Carlos V comió, cenó y pernoctó en Venta de los Palacios; y que allí volvió a comer al día siguiente para poner rumbo a Santa Cruz de Mudela, en la ahora provincia de Ciudad Real.

¿Hizo algo ese día? Nada reseñable. Comer, cenar, y lo que le apeteciera en compañía de su churri. Porque viajaba en su compañía después de abandonar Granada el 10 de diciembre, donde pasaron una luna de miel de las que hacen época —desde mediados de junio. Para eso era rey y emperador—. Y si abandonaron Granada fue porque el patio europeo no estaba para tirar cohetes, con el francés —Francisco I— otra vez con ganas de jarana. En consecuencia, vuelta a las andadas, o sea, a dar vueltas por ahí, a controlar el cotarro para que no se desmandara.

Ahora, ¿alguna vez os habéis preguntado cómo era esa vida itinerante que mantuvo el emperador a lo largo de su —corta— existencia? Porque sí, era como el baúl de la Piquer o el titiritero de la canción de Serrat. Eso le obligaba a viajar con un ejército de intendencia y de aposentadores. Los primeros eran los encargados de tener preparados los carros, las literas, las carretas y los caballos que componían la marcha. Los segundos, en cambio, siempre viajaban por delante de los reyes y, allí donde llegaban, echaban un vistazo al lugar de turno y requisaban las mejores casas para alojar al emperador en virtud del derecho de regalía. O sea, chabolillas del estilo de castillos de nobles, la casa del cura, monasterios, conventos, palacios o la mejor posada o casa de cada pueblo.

De todas formas, no os creáis que al emperador le hacía gracia este tipo de vida. Lo mismo que la gota, por ser claros. Le molestaban los cambios, y mucho. Pero como no le quedaba más remedio, pues nada. Eso sí, le gustaba estar rodeado de los suyos y de lujo, por lo que ordenó transportar consigo —siempre que fuera posible— los mismos muebles, tapices, cuadros y objetos para que siempre tuviera la sensación de que no se había movido de casa. Calor familiar, vamos. Como curiosidad, en el Museo del Ejército de Madrid se conserva la tienda de campaña que utilizó en la campaña de Túnez con su propia cama, silla, tapices, etcétera.

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